Pensamos la belleza como un territorio, una isla que nos han dicho que existe y a la que intentamos llegar una y otra vez para darnos cuenta de que fuimos desterradas de ella desde hace mucho tiempo. Esta desterritorialización nos impide vivir nuestro presente: el cuerpo ideal siempre está por llegar. Los cuerpos que habitamos, así como son, no tienen derecho al gozo y a la felicidad, es necesario transformarlos, y si esa transformación no ocurre, se nos debe ver insatisfechas y trabajando hacia la meta.

Nosotras somos el tiempo propone un juego de capas a partir de la relación que se establece con la cámara y el registro y cómo cambia la relación con la cámara cuando es otra persona quien pone la mirada sobre una. El cuerpo más representado en la publicidad y en las redes sociales es el de las mujeres, ¿cómo podemos construir una relación distinta con la acción de registrar nuestros cuerpos?

Proyectar en los muros de la ciudad abre espacios de representación para otras corporalidades: cuerpos disidentes que se escapan de la norma, llenos de historias, cicatrices y vivencias. Nos interesa pensar que sacar al espacio urbano estos materiales que forman parte de nuestra configuración íntima creará puentes con otras mujeres, transeúntes y ciudadanas, que se reconocerán en nuestra piel. Crear otras maneras de habitar juntas nuestra ciudad nos parece fundamental, urgente y necesario.

En Nosotras somos el tiempo, buscamos recuperar lo que nos ha sido negado: el presente de nuestros cuerpos y el disfrute de nuestras calles en colectividad.